lunes, 25 de julio de 2011

De nuevo en el primer mundo


Tras 30 horas en aviones y aeropuertos, llegué a Madrid la noche del pasado jueves.
A la mañana siguiente, el despertar se hace extraño; la claridad no entra por la ventana tan temprano y se nota la ausencia de los graznidos de los cuervos.
Salgo a pasear por la ciudad y echo de menos las bocinas de los coches sonando sin parar. Me resulta difícil no prestar atención a las conversaciones de la gente, solo por el echo de que son en un idioma que comprendo. La gente camina por la calle a gran velocidad, como si el tiempo se les fuera a terminar sin haber llegado a su destino, todos pasan sin mirarse, sin hablarse, sin ni tan siquiera sonreir; aquí no llamo la atención por ser blanco.
Cuando estaba allí, al final me resultaba cansado tener que devolver el saludo a cada niño que me miraba y me sonreía, pero ahora aquí resulta triste ver la cara de terror y desconcierto de los niños cuando les miro y les saludo sonriendo.
Entro en el supermercado y me siento un tanto estúpido mirando en los estantes como sorprendido por lo que veo. Ciertamente, había olvidado la cantidad de productos que consumimos y que en estos últimos meses ni siquiera echaba de menos. La gran variedad de productos alimenticios precocinados y de tipo industrial que son creados únicamente para fomentar el consumismo; orientados a desarrollar la pereza y la desidia de quien los consume. Productos completamente imprescindibles, pero que provocan en la gente la necesidad de pensar en ellos buscando algún motivo para su consumo. Esto me ayuda a entender los diez kilos de peso perdidos durante estos meses.
Paseando por la zona de comercio veo carteles de "rebajas" y no puedo evitar pensar que, a pesar de haber dejado allí gran parte de mi ropa, me sigue sobrando la mitad de la que aun me queda.
Cumpliendo con uno de mis sueños durante el viaje de regreso, entro en el bar "La Campana" junto a la plaza mayor y compro un bocata de calamares y una lata de cerveza. Me siento en la plaza mayor a disfrutar del manjar y no soy capaz de estar sentado en el banco con los pies en el suelo; no se porque motivo tiendo a subir por lo menos un pie descalzo sobre el banco. Tal vez la costumbre de sentarse en el suelo haya hecho que me resulte incomodo sentarme normal.
Termino de comer y me levanto para tirar el envoltorio e, incoscientemente, me dirijo a la papelera descalzo; me doy cuenta de ello cuando una mujer y su hijo me miran raro.
Todo son pequeños detalles de hábitos creados durante estos meses. Hábitos que imagino se irán corrigiendo, no para mejor; sino simplemente para lo que en esta sociedad es aceptado como correcto.

viernes, 22 de julio de 2011

Opiniones Personales

Tras los cinco meses de colaboración he de decir que ha cambiado mucho mi opinión acerca de la Fundación Vicente Ferrer (RDT).
Sin apenas conocerla tenía una imagen de ella que no se corresponde con lo que aquí he observado. Para mí una fundación de ayuda al desarrollo es aquella que llega, aporta unos valores o unos medios que mejoran la forma de vida local; y es capaz de conseguir que estos valores o medios aportados sigan llevándose a cabo, aun en su ausencia; de forma independiente y autonóma.
Con esto no quiero decir que la fundación se equivoque al seguir aquí (o tal vez sí, pero este es otro debate a considerar), pero sí que pienso que el enraizamiento producido a lo largo de todos estos años ha hecho de ella que funcione como una empresa gestora de recursos. Actualmente es una gran empresa local que gestiona hospitales, escuelas, latifundios agrícolas, etc. Es cierto que ha conseguido crear muchos puestos de trabajo y ha aportado con ello la posibilidad de que mucha gente sin recursos tenga acceso a sanidad, educación y trabajo; pero ha llegado a un punto que debe de asumir su papel de gran empresa y empezar a gestionarse como tal. Creo que es muy arriesgado que el sistema sanitario y educativo de gran parte de la población dependa económicamente de las inversiones caritativas de otro país.
A nivel interno, considero que es una empresa familiar que ha crecido con los años; y que actualmente ha tomado una envergadura tal que no es compatible con una gestión familiar. Es una gran empresa y si se gestionase adecuadamente se optimizarían los recursos y su producción se rentabilizaría con creces.
Quiero indicar que estas líneas son solo mi humilde opinión; ni soy un experto economista ni entiendo de gestión empresarial, y solo pretendo realizar una crítica constructiva acerca de una fundación que ha llegado muy lejos ayudando a muchas personas; y que podría seguir haciéndolo siempre y cuando observase desde fuera, y asumiese, cual es ahora su posición en el sistema.
En cualquier caso quiero agradecer a esta fundación los medios aportados para que mi experiencia, y la de muchos otros voluntarios, se desarrollen.

martes, 19 de julio de 2011

Las últimas horas...


El pasado jueves terminé mi trabajo como voluntario en la fundación; aunque aún estoy residiendo en ella hasta el próximo miércoles 20 de Julio, día en que regreso a España.
Echando la vista atrás, he de decir que el tiempo se me ha pasado volando. Han sido cinco meses en los que se ha mezclado la sorpresa con la monotonía de una forma singular. La rutina de las visitas de obra y la vida dentro de la fundación se veía salpicada cada día por algún factor nuevo, algo que hacía que ese día fuese diferente; que valiese la pena.
A un día de partir, me quedo con ganas de más; de conocer más a fondo este país y su gente, sus costumbres y su forma de pensar. Por problemas de logística, no me ha sido posible viajar después de realizar mi colaboración, tal y como tenía previsto; pero sé que algún día volveré, ahora conociendo un poco más de esta cultura.
En líneas generales, la experiencia ha sido más que buena, me ha servido, no solo para conocer un país nuevo y una nueva cultura; sino para recordarme lo que es verdaderamente necesario, y lo que es meramente imprescindible. He aprendido a ser más crítico conmigo mismo y he conocido gente con muy diversos puntos de vista (incluso muy diferentes al mío) pero cuya tendencia a buscar el equilibrio social es factor común en todos ellos.
He disfrutado de todo lo vivido y me quedo con un buen sabor de boca. A toda la gente con la que he compartido esta experiencia quiero darles las gracias por su labor y su compañía. Con muchos de vosotros se que mantendré contacto y que la amistad que se ha creado no va a caer en saco roto.
Una experiencia muy recomendable.
Inolvidable.